Viaje en Velero entre las ISLAS GRIEGAS y SICILIA: de Lefkada a Milazzo
de Lefkada a Milazzo, agosto 2011
Temprano, muy temprano desamarramos el barco de la marina de Lefkada. De madrugada han llegado Inés y Javi de un largo viaje desde NYC.
Apenas les he dejado dormir porque el parte para estos días está un poco complicado, y se ha abierto una ventanita de unas 30 horas que quiero aprovechar para
llegar al sur de Italia. Tenemos que zarpar temprano, hacia las cinco y media de la mañana. De hecho, habría salido antes, pero el canal está tan oscuro que he
preferido esperar a que rompa el día para salir con algo de luz. Ayer, también ha llegado Bea desde Barcelona y con maestría toma algunas fotos de este momento
en el que cruzando el canal de Lefkada nos hacemos a la mar.
Ya de madrugada, con las luces de Calabria al fondo, el mar se ha revuelto un poco rizado por el viento que refresca. Entrada a Crotone
sin problemas, bien pegados a las rocas de estribor para evitar arar el fondo de arena con la orza como nos ocurrió hace un par de años al salir de este puerto.
El día ha pasado con tranquilidad. Unas horas de sueño para reponerse de la noche, un paseo por la ciudad, callejeo por el casco antiguo adosado al castillo de
Carlos V, la tripu a la playa por la tarde, y el patrón vaciando casi dos litros de aceite de la sentina del motor. El tapón de goma de la varilla de vaciado
del cárter se ha partido, ¿cómo?, es un misterio, pero con la presión de la bomba el aceite ha ido saliendo hasta llenar la sentina de un caldo espeso y
viscoso difícil de limpiar. Hemos intentando encontrar un tapón aquí en Crotone, pero es misión imposible. Conclusión; con cinta americana le he hecho una
camisa con la que espero que aguante hasta que lleguemos a Sicilia. La tarde se ha animado con la visita a bordo del Jefe de cubierta de un megayate, propiedad
de un magnate ruso, que está amarrado unos metros más allá. Es español y nos dice que lleva más de dos meses sin hablar en castellano. Le invitamos a una
cerveza en la bañera y al pasar el capitán del barco, un bretón de treinta y pocos años, le invitamos a subir también a él. Animados, nos cuentan la vida
cotidiana a bordo de uno de estos megayates de lujo, las excentricidades de un armador millonario, las fiestas desbocadas, la dificultad de la convivencia
de una tripulación formada por 9 personas de 7 nacionalidades distintas. Lamentamos que no nos devuelvan la invitación para curiosear la entrañas de estos
inmensos barcos ejemplo de una obsesiva, y en ese mundo quizás necesaria, fijación por la ostentación. Hemos cenado pizzas deliciosas en la terraza de la
casa natal del famoso Rino Gaetano, en donde ya habíamos cenado también a la ida. Excelente. La tripu se va de paseo y el patrón a domir. Hasta mañana.
Rumbo a Rocella Ionica
De nuevo hago madrugar a la tripu. Tenemos otras ochenta millas hasta Rocella Ionica y con la barra de arena que bloquea parte de la bocana
es fundamental entrar al puerto con luz. Hermosa navegación a vela, con viento por la amura de estribor que nos deja descuartelar alegres a lo largo de la costa
calabresa. Llegando a Rocella el viento baja y las últimas millas las hacemos a motor. La entrada, como era previsible, con subidón de adrenalina. He seguido
las indicaciones del derrotero de Rod Heikell y hemos entrado, pero en algún momento con 10 centímetros de agua debajo de la orza. El derrotero ya tiene cinco
o seis años y la barra debe moverse con los temporales del invierno. De hecho, hemos visto a otros barcos recortar para entrar por donde el derrotero marca muy
poquita agua. Si alguien va a entrar en Rocella Ionica, que intente averiguar como está la barra en esa temporada y mi consejo es solo entrar con el mar en
calma. Con un poquito de ola, y más de 2 metros de calado, las posibilidades de tocar en el fondo son muchas.
En Rocella nos encontramos con dos agradables sorpresas: primera, como la marina está medio abandonada no tenemos que pagar por el amarre,
sin luz, pero con agua; la segunda, el servicio municipal de préstamo de bicis, también gratuito. Cogemos unas bicis y pedaleando alegres, silbando la melodía
de verano azul, recorremos los dos kilómetros escasos que separan la marina del pueblo. Cena agradable en una terracilla sobre el mar, con tacos de atún rojo a
la parrilla y espaguetis “alle vongole”. Todo muy bueno. La tripu vuele a darse un paseo por el pueblo, mientras el patrón regresa a descansar. Bien.
Rumbo a Taormina
Salimos con cuidado del puerto de Rocella, lo que no impide experimentar un nuevo subidón de adrenalina al ver 0 metros de agua en la
sonda. Uff... ya fuera enfilamos hacia el cabo Spartivento. El viento ha caído y toca darle otra vez al motor. El tapón provisional está resistiendo bien, pero
no me fío del todo y lo vigilo regularmente. Otras 80 millas en dirección a Sicilia. El fondeadero de Taormina es el lugar elegido para pasar la noche. Casi
obligado porque en todo el tramo de costa entre Messina y Catania apenas hay fondeaderos en los que dormir tranquilos.
Buenos baños una vez que el ancla toca fondo y cena a base de pasta en la bañera del barco.
Noche muy agradable.
Temprano salimos hacia la marina de Riposto. Ocho millas escasas que navegamos a motor mientras observamos el humo salir del cráter del Etna, entre
esporádicas erupciones.
Excursión a Taormina
El plan es alquilar un coche para que la tripu pueda conocer Taormina. He intentado también aquí localizar un tapón pero sigue siendo
imposible. Afortunadamente, un mecánico local con un tubo, una tuerca y una abrazadera ha montado un tapón provisional que asegura es mucho mejor que cualquiera
de los que vende Volvo. Es un tipo agradable que anduvo embarcado y chapurrea el español. No nos quiere cobrar el tapón de respeto y solo nos pide que tengamos
buenos recuerdos de Sicilia. Para la buena gente como él, están asegurados.
Hace demasiado calor todavía para ponerse el uniforme de turista en Taormina. Paramos en una de las playas que se extienden entre ésta última y Riposto. A
la sombra de un chamizo tomamos unos refrescos, un par de tajadas de sandía, y las chicas se dan un baño en un mar que hoy ha empezado a rizarse. A media tarde
seguimos hacia Taormina. Hermosa y súper visitada.
Que trabajo cuesta llegar a estos lugares masificados después de andar perdidos por los tranquilos pueblos del sur de Italia, o sobre todo
por las maravillosas islas griegas. Pero la ciudad es tan bonita que puede con todo. Es más, si te alejas de la gran calle principal en la que todo el mundo se
concentra, es posible deambular por calles tranquilas. Así lo he hecho mientras la tripu visitaba el teatro. No he querido alterar mis recuerdos sobre este
lugar, estos días que con la preocupación por la salud de mi abuelo, no ando demasiado alegre. Me encuentro un portalón abierto que da a un seto bien cuidado,
tras el cual se abre un hermoso jardín. El portal está abierto así que me decido a entrar. Se trata de un gran caserón de principios del siglo XX convertido en
Centro de Cultura Italiana para extranjeros. A esta hora el jardín está vacío y escondido del bullicio de las calles de Taormina se me antoja un pequeño
paraiso. Me siento a la sombra de un pino y simplemente respiro. Al fondo aparecen unos jóvenes de aspecto anglosajón. Le pregunto a la chica que parece la
profesora si me puedo quedar en el jardin, y un poco sorprendida, me contesta que bueno. Pues bueno, aquí me quedo otra media hora.
La tripu regresa encantada del teatro y seguimos paseando por la ciudad. Bea pierde el sentido del tiempo curioseando entre las tiendas.
Inés la acompaña y Javi y yo nos sentamos en un banco, resignados, a esperar. Y así va pasando la tarde... Cenamos pizza en una terraza desde la cual, al fondo,
se ve ese mar del que venimos y al que en un par de horas regresamos. Cansados pero contentos, llegamos a medianoche a la marina de Riposto (la marina más cara
que he pagado nunca, 116 euros por una noche!!!!).
Rumbo a Mesina
Otra vez, muy temprano, estamos en el mar. No he podido ver un buen parte para mañana, solo la información del guardia de la marina que daba
norte 4 a 5 alrededor de Messina. Conociendo ya los caprichos del viento en el estrecho, decido madrugar para poder subir, al menos un par de horas, tranquilos,
sin demasiado ventarrón a la proa. Navegamos tranquilos, el viento no llega a subir y el único susto viene del maldito tapón que se ha vuelto a romper y a
llenar la sentina de aceite. Relleno y utilizo el tapón de respeto del mecánico de Riposto, que funciona a la perfección. Lástima no haberlo cambiado ayer
directamente. Me hubiera ahorrado otra limpieza de dos litros de aceite del fondo de la sentina. Llegamos a la marina de Milazzo temprano y sin otra novedad.
Localizo el agente de Volvo y confirmo por teléfono que tienen el tapón. Como la tripu ha decidido ir a pasar el día a la playa, y es allí
donde se encuentra el servicio de Volvo, es Javi quien se encarga de recoger el famoso tapón. Yo me aplico otra vez a la limpieza de la sentina y aprovecho
para cambiar todo el aceite y los filtros. A media tarde la tripulación regresa al barco y yo me voy a la estación a esperar a Gerardo que llega en tren desde
Catania.
Finalmente he decido regresar a casa y pasar un par de semanas con mi abuelo. Gerardo, que se ha ofrecido a sustituirme, se hará cargo del barco desde
Milazzo y tenemos un par de días para que se vaya haciendo con el barco. En realidad, con su experiencia, un par de horas hubieran sido suficientes, pero mejor
así. Su llegada, con su acusado sentido del humor, levanta el ánimo de la tripulación, que empieza a resentirse a estas alturas del duro régimen de navegación
al que la he sometido desde que salimos de Lefkada: más de 400 millas en cuatro días.
Ya todos juntos, buscamos un restaurante próximo al puerto donde cenar. Todo correcto.
Rumbo a Milazzo
Sin prisas salimos hacia Milazzo. Cruzamos el estrecho con poquito viento y una vez doblado el extremo de “Caribdis” ponemos rumbo oeste
mientras las chicas toman el sol en cubierta.
La agenda del día nos permite hacer un fondeo rápido entre Milazzo y el estrecho para darnos unos baños y mostrarle a Gerardo el
funcionamiento del fondeo. Sin problemas, seguimos para Milazzo.
A media tarde empiezan las desdedidas: Javi e Inés tienen que coger el tren a Palermo para enganchar con su vuelo nocturno a Coruña, vía
Barcelona. Con tristeza los dejamos en el taxi que los lleva a la estación. Los que quedamos, damos un paseillo por una animada Milazzo en fiestas. Bien.
Muy a primera hora, seguimos obligados a madrugar, nos levantamos para acompañar a Bea al ferry que la lleva a Filicudi. La salida es alrededor de las 6 de
la mañana, y curiosamente, a pesar de la hora, el puerto ya está animadísimo. Continúa sus vacaciones con unos amigos en la hermosa isla de Filicudi, y ha
quedado con Gerardo en que intentarán volver a verse cuando él pase con el barco por ahí. Es temprano y nos volvemos a dormir un ratito. Hoy llega la nueva
tripulación para las islas Eólicas, una familia de Barcelona, y todavía tenemos faena en abundancia en el barco para recibirles con el barco a son de mar.
La nueva tripulación llega hacia las once de la mañana. Se instalan en el barco y van al súper para comprar provisiones suficientes para una tripulación
en la que se encuentran tres voraces veinteañeros. Pasado el mediodía ayudo a desamarrar el barco. De pronto, me sobresalta la visión del barco alejándose
de mí, desde el pantalán. Me doy cuenta que es la primera vez en estos últimos cinco años que veo como el barco zarpa sin estar yo a bordo.
Me quedo absorto, confuso y extrañado. Obnubilado observo el barco hasta que desaparece tras el espigón. Intento pensar en otra cosa, doy media vuelta e inicio
el largo regreso a Coruña: taxi a la estación de Milazzo, tren a Palermo, autobús al aeropuerto, vuelo a Barcelona, noche tirado en el Prat, vuelo a Coruña,
autobús a casa. En fin.
Esta tarde he jugado al dominó con mi abuelo. Muy, muy, muy bien.

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