Viaje en Velero entre SICILIA y GRECIA: de Siracusa a Corfú
de Siracusa a Crotone, julio 2009 (162 millas - 32 horas)
Con la mañana clara y una leve brisa soplando por la aleta de estribor zarpamos de Siracusa. 160 millas por delante hasta Crotone. Esperamos que el
viento suba para no tener que poner a funcionar el motor, pero los deseos no se cumplen y por la tarde el viento comienza a caer.
El Jónico está en calma y cada cual pasa el tiempo a su manera; tomando el sol, leyendo, simplemente mirando el mar. Medimos
ángulos con el sextante. Los primeros cálculos de posición a la antigua usanza nos sitúan a bastantes millas, pero poco a poco,
mejora la precisión y en las últimas estimaciones nos posicionamos a solo un par de millas de las coordenadas del gps. Subidón al enganchar
lo que debe ser un bonito en el curricán y oír la chicharra del carrete echando chispas. Después de unos minutos de lucha con el peixe,
éste se escapa. Leches, ya van tres picadas y ningún pescado fresco a bordo. Algo debo estar haciendo mal porque esta vez el sedal y la rapala han
aguantado bien. El calor aprieta y decidimos parar el barco en medio del mar para darnos un baño. Extraña y agradable sensación la de
bañarse en mar abierto, entre el cielo y la inmensa profundidad líquida, con un horizonte abierto y circular que te hace sentir en el medio de
una gran esfera de aire y agua en cuya frontera flotamos.
La noche super agradable con cena en la bañera como Dios manda, con el mar en calma y solo el reflejo de las luces de
navegación del barco en medio de la oscuridad. Noche tranquila. Por la mañana, decidimos fondear al este del Cabo Rizzuto para almuerzo y
bañito. El viento ha refrescado y salimos con una brisa alegre que nos empuja a doblar el cabo Colonna, donde quedan los restos del Templo de Hera
Lacinia. Valdría la pena una visitilla pero queremos llegar pasado mañana a Grecia, así que quedará para otra ocasión.
Doblando el cabo la chicharra del carrete vuelve a cantar y pescamos un par de sardas que devolvemos al mar. A la entrada de Crotone, aparece un campo de
plataformas de gas. Pasamos bien y enfilamos la bocana del puerto de Crotone. Con ventarrón cruzado y la sonda justa amarramos al muelle, donde nos
vuelven a cobrar 50 eurazos por pasar la noche, esta vez sí hay unas duchas, más o menos decentes. Bajamos a la ciudad. Está
animadísima de veraneantes locales y damos un paseillo antes de sentarnos a cenar en la pizzeria de la casa en la que vivió Rino Caetano,
(una especie de Nino Bravo italiano que murió joven en accidente de coche). En un bar toca una banda de rock. Nos acercamos y los músicos
resultan ser chavales de unos diez años que con toda la parafernalia rockera están haciendo cantar y bailar a un público entregado.
Cenamos bien y la ciudad y la pizza nos dejan un agradable sabor de boca. Nos llama la atención todas las pescaderías abiertas de noche en la
zona del puerto, con inmensas cabezas de peces espada colgadas en los mostradores. No esperábamos mucho de Crotone y nos ha gustado. Mañana toca
madrugar así que nos vamos a dormir pronto.
de Crotone a Corfú (150 millas - 30 horas)
La mañana está nublada. Diría que amenaza lluvia y el día empieza un poco meigado. No hemos podido hacer
gasoil porque en el muelle de la gasolinera el agua no llega a dos metros. El compás del piloto automático marca 180 grados de más, o de
menos. Justo al reves. A la salida del puerto, tocamos en la barra de arena en un lugar en donde debería haber tres o cuatro metros de fondo. El
día se pone todavía más gris y caen unas gotas. Vemos tormentas en la distancia, hacia el norte. Durante el día mejora un poco
pero no sube el viento y navegamos a motor. Así va pasando el día, con la única novedad de un nuevo baño en el medio del mar
jónico y la preocupación de que empezamos a ir justos de gasoil. Bajamos vueltas.
La noche fantasmagórica, rodeados por una espesa niebla que solo vencen los rayos de las tormentas. Más y más
rayos y el tráfico nocturno que vemos en el radar. Como el radar recibe la posición de la central de navegación, también éste
sitúa cada eco en la dirección justamente opuesta. Al principio nos despistamos y confundimos las islas con tormentas. Al final todo se aclara y
sitúamos correctamente barcos, islas y tormentas. Llega el amanecer. Por fin vemos Grecia: Otonoi, Erikoussa y Matraki, las primeras islas al NW de
Corfú. Arriamos el pabellón italiano e izamos el griego.
La luz ha cambiado y tanto el mar como el color de las islas reflejan los pigmentos azules y verdes intensamente. Vemos el norte de
Corfú por estribor con sus altas montañas cubiertas de abundante vegetación, y las tierras albanesas, más áridas y
amarillentas por la proa. Empieza el día en Grecia y hay barcos por todos lados. Motoras y veleros de todos los tamaños que entran o salen del
canal de Corfú. Incluso un curioso barco cubista.
Amarramos en Marina Gouvion con la intención de hacer la entrada formal en Grecia. La policia portuaria nos dice que vayamos al
día siguiente a la ciudad, en donde podremos resolver todos los trámites; básicamente, pagar una tasa de entrada por mar en Grecia, y
obtener el Dekpa, algo así como un despacho para barcos de recreo comunitarios con validez para unos cincuenta puertos y que cuesta otros veintitantos
euros. La marina, inmensa, bien, pero nos cobran 60 euros. Descansamos un rato y salimos por los alrededores a buscar una taberna en la que cenar. Encontramos
una con un agradable emparrado. El dueño del local, muy animado nos ofrece los entrantes y nos ayuda a pedir los segundos. El tipo parece simpático
y a todo le decimos que sí. Cuando empiezan a llegar las bandejas con albondigas, satsiki, taramosalata, etc. nos damos cuentas que el tipo se ha pasado
tres pueblos y que solo con los entrantes cenaríamos holgadamente. Pagamos la primada y sobra cantidad de comida. Todo está bueno y estamos contentos
de haber llegado bien. Primera cerveza griega, Mythos, en botella de medio litro.
Por la mañana cogemos un autobús y vamos a visitar la ciudad de Corfú, a unos seis o siete kilómetros al sur. El bus nos deja en el
centro y caminamos hacia la parte antigua de la ciudad. Hay muchísima gente por todos lados. Intento en tres tiendas de telefonía adquirir un
modem usb para poder seguir conectado a internet. No hay manera. Exigen un NIF griego. En Italia también, pero el de la tienda lo solucionó sin
siquiera preguntarme. Aquí no están por la labor y ya me veo buscando internet-cafés y wi-fi por las islas, (lo cual sin duda
retrasará la actualización de la bitácora). Siguiendo las instrucciones de la policia portuaria vamos al ayuntamiento para solucionar el
papeleo de la entrada. La funcionaria que nos atiende no tiene ni idea de lo que le estamos hablando. Llama a un compañero y nos dicen que ese
trámite lo tenemos que solucionar en el puerto nuevo, no allí. Hace mucho calor y el puerto nuevo está a una distancia considerable.
Decido posponer la entrada formal hasta el siguiente puerto, Platarias o Gaios. Nos olvidamos del papeleo y caminamos por Corfú.
Gente por todas partes y el recuerdo inmediato de Venecia. Los colores de las fachadas, los marcos y contras de las ventanas, las plazas,
las callejuelas llenas de tiendas. Venecia está en Corfú. Hasta que llegamos a la plaza de la esplanada, delante de la fortaleza, y entonces nos
parece estar en un parque inglés. Curiosa esta mezcla histórica de dominadores tan distintos como venecianos e ingleses. Hacen de Corfú
algo distinto. Entramos y subimos a la fortaleza. Las vistas son extraordinarias. El mar que rodea Corfú parece un gran lago salpicado de pequeñas
islas muy verdes. En la ciudad Venecia e Inglaterra combinadas en una isla griega, y el mar, con sus islotes llenos de vegetación, cerrado por las altas
montañas, recuerda a un lago alpino. Esto es verdaderamente hermoso. Comemos en una placita que bien podría ser cualquier "largo"
veneciano, y en el sopor de la tarde entramos a conocer la iglesia que alberga las reliquias de San Spiridón, patrón de la isla. Tomamos algo
en un local al lado del mar, mientras cae la tarde. Regresamos a la marina en Gouvia.
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