Viajes_en_Velero_Islas Griegas del mar Jónico


Viaje en Velero con Patrón por las Islas Griegas: Islas Jónicas




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Por las Islas del del mar Jónico (julio, 2011)

Mapa de la travesía en velero por las Islas Jónicas

Esta mañana temprano ha llegado mi nueva tripulación: Patricia, Fernando, Carmen y Javier. Minutos antes he despedido con tristeza, la eterna tristeza de las despedidas, a Jorge y Mariola en la parada del autobús que les llevará a Atenas. A mis nuevos tripulantes se les ve un poco confundidos: han dejado Amsterdam hace poco más de tres horas, con lluvia y frío, y han amanecido en Grecia, bajo este sol mediterráneo, brisa cálida y huelga de taxis en el aeropuerto de Preveza. Gente de recursos, han alquilado un coche para llegar hasta la marina. Cafelito de rigor en una de las terrazas del puerto y lentamente empezamos a organizarnos: familiarizarse con el barco, desempaquetar el "escaso" equipaje, expedición al súper, devolver el coche, comprar agua en abundancia... Pasa del mediodía cuando hemos finiquitado la lógistica del primer día, de modo que preparamos una "joriátiki" en el barco para apaciguar el apetito y, con mucha calma, nos preparamos para zarpar.

La marina de Lefkada se sitúa adyacente al estrecho canal que corre entre la isla y el continente. Éste no es especialmente complicado, mejor o peor balizado en toda su longitud, aunque requiere un punto de atención. Un pequeño despiste e inmediatamente te quedas sin agua bajo la orza. Por ahí arrancamos cuando pasan de las dos de la tarde.

En velero por el canal de Lefkada

A la nueva tripu se la ve encantada con este espacio de marismas, de luz tamizada por la tibia bruma que se pega al contorno de la costa. Pienso para mí, si están felices con este aperitivo, en un par de horas estarán exultantes con los impresionantes paisajes de frondosas laderas, altas cimas, cinturones de islas que conforman toda clase de caprichosas figuras, el intenso azul cobalto del mar jónico. No me equivoco. La nueva tripu se muestra encantada. Muy bien.

Dudaba entre dirigirme a algún puerto del norte de Meganisi, Spartakori o Vathy, o bajar un poco más e intentar llegar no demasiado tarde a la bahía de Sivota, en el sur de Lefkada. Arriesgamos y optamos por lo segundo. La bahía de Sivota es una pequeña joya que se esconde en forma de L invertida en la parte meridional de la isla. La conocí el año pasado, en carnaval, y era como un pueblo fantasma, con una única taberna abierta a medio gas.

En Sivota

Esta tarde parece un lugar distinto. Unos cincuenta o sesenta veleros amarrados por todas partes, otros fondeados en el medio de la bahía, generan una sensación de abarrote que lima el encanto del lugar. Aún así, el puerto nos gusta y tenemos la fortuna de amarrar al muelle ocupando uno de los últimos lugares libres. A nuestro lado por babor, un inmenso catamarán de bandera francesa y tripulación italiana. Una auténtica "famiglia" italiana, con niños ruidosos, mujeres cocinando o tomando el sol, y hasta la abuela apoltronada en una gran silla pegable de la que no se mueve en toda la tarde.

La tripu da un paseo para buscar algún lugar en el que probar las aguas del jónico. Alcanzado al objetivo, regreso al barco, duchas y segundo paseo por el pueblo para acabar cenando en una terraza sobre el puerto. Cena discreta, a pesar de la agradable sorpresa de descubrir nidos de golondrinas entre las vigas de la cubierta; son las cosas de Grecia y su maravillosa naturaleza que te sorprende con su habitual delicadeza. La tripu regresa al barco, mientras el patrón busca una wi-fi para chequear el tiempo antes de irse a dormir. Día completo.

Rumbo a Ítaca

El viento ha rolado al sur, probable anticipo del cambio de situación que se avecina. A partir de esta noche dan viento fuerza 6 a 7 en toda el área para las próximas 30 horas. Nuestro plan es aprovechar el día para navegar en una cómoda ceñida hacia el sur, dando unos bordos que logran desentumecer las habilidades náuticas de la nueva tripu.

 navegando de bolina hacia la isla griega de Ítaca

Busco la protección de la bahía de Frikes para el plan BCS del día. El lugar, el primero de Ítaca que pisé hace un par de años, es delicioso. Verdes y azules que se mezclan en el mar, la vegetación que baja hasta la orilla en forma de cipreses, olivos, maquis... Hasta las piedras de la cala frente a la cual lanzamos el ancla, son de formas, colores y texturas sorprendentes. Aguas cristalinas que magnetizan a la tripu que nada hasta la cala mientras el patrón prepara la segunda "joriátiki" de la semana.

El viento rola de repente al norte cuando nos disponemos a empezar el almuerzo y se ven rachas frescas adentrándose en la bahía. Con las rocas a sotavento a menos de cinco metros propongo cambiar el emplazamiento, y todavía con la ensalada en la mesa, desplazamos el barco a la parte norte, en la cual, aunque también cargan las rachas, podemos acabar de comer tranquilos. Siestecilla de rigor y hacia las cuatro nos ponemos en marcha hacia Vathy, el principal puerto de Ítaka, en donde tenemos previsto pasar dos noches esperando que el viento calme un poco, aprovechando mientras para visitar esta fabulosa isla.

Primera sorpresa: aún no son las seis de la tarde y el puerto ya está lleno. El muelle en el que amarramos la semana anterior acaba de ser vaciado por la policia portuaria porque con la que se espera esta noche no es un lugar seguro. Damos vueltas por la bahía buscando el lugar más propicio para fondear. Opto finalmente por la parte NE, donde parece que las rachas cargan con menor fuerza. Presenta el problema de que enseguida la sonda se precipita, por lo que hay que tirar el ancla cerca de la costa y a estas horas ya no queda demasiado espacio libre. Media docena de veleros, con sus respectivos radios de borneo, cubren casi toda el área practicable. Hacemos un primer intento, pero quedamos demasiado pegados a un pequeño velero francés. No estamos bien. Levantamos el ancla y hacemos un segundo intento un poco más adentro, en un espacio que parece suficiente entre un velero canadiense y otro inglés. Intento ajustar, pero el espacio es menor de lo que parecía. Estamos al límite del radio de borneo, pero en principio parece suficiente. En esto, a Eolo le entran ganas de juguetear: a una racha del NW le sigue otra del S, y a ésta otra del E, ahora calma, los barcos desorientados, y lo que parecía un espacio suficiente para un borneo armónico se convierte en una "melange" sobre la cual se alza una voz estridente que proviene del barco inglés (Sulaire) y que nos insta de forma "vigorosa" a abandonar inmediatamente el lugar. Utilizando el "plural de autoría" se proclama representante de la comunidad de veleros fondeados en la zona, y en nombre de dicha comunidad, con muy malas formas, insiste en que nos marchemos. "I´ve heard you" le contesto con la intención de que se tranquilice. Parece funcionar. Curioso, como los medios que utilizamos para alcanzar determinados fines nos alejan paradójicamente de su consecución. O dicho de otra manera, basta que me griten ordenándome algo de manera incorrecta, para que ignore absolutamente los propósitos del maleducado. Así que, por el momento, nos quedamos.

fondeando en la isla griega de Ítaca

Pero en el fondo, a la "vigorosa" no le falta razón; estamos demasiado próximos, especialmente del barco canadiense, aunque las formas de su patrón en nada se parecen a las de la inglesa. Dejo pasar un rato para desligar nuestra decisión de los gritos precedentes y volvemos a levantar el ancla, mientras escuchamos en el barco inglés comentarios tipo: "a ver si la próxima vez os lo pensais un poco mejor...". "A ver si la próxima vez son ustedes un poco más educados", les contesto en tono apropiado mientras salimos otra vez hacia el sur de la bahía. Tercer fondeo, esta vez en el extremo SE en una sonda de 3 -4 metros en la que largo 35 m de cadena para dormir tranquilos. Pero va a ser que no. Un policia portuario desde la orilla nos hace señas y con una especie de silbato nos dice que ahí no, que tenemos que venirnos más atrás. Joerrr.... Y al policia no lo puedo ignorar... Pues nada, ancla arriba y cuarto fondeo de la tarde que se hace noche con unos negrísimos nubarrones que se arrastran entre los picos de las montañas al norte de Vathy. Ahora sí. El ancla ha agarrado bien, seguimos en la misma sonda y con la misma cadena. El viento sigue subiendo, pero tengo confianza en el fondeo. Toda la que se puede tener cuando para la noche se esperan rachas de fuerza 7. Las chicas preparan un arroz con vegetales, receta barco, que les sale rico, rico. Cenamos en la bañera, ya en la oscuridad de esta noche de aire tormentoso. Presiento que va a ser una noche larga. Cansado, me voy a acostar. Como era previsible, toca noche de perros; un ojo cerrado y el otro abierto.

Noche de tormenta en la isla griega de Ítaca

Han cargado rachas fuertes toda la noche. Con cada una de ellas, el ojo abierto se desplaza hasta el ojo de buey para comprobar que el barco sigue en su sitio. Hasta que el ojo, medio dormido detecta que el vecino de babor no está en su sitio. O quizá seamos nosotros los que no estamos ya en nuestro sitio. Salto de la cama y ya en la bañera observo que el ancla de nuestros vecinos italianos ha garreado y se han ido encima del barco checo que tenemos a la popa. Con la pala del timón han debido coger la cadena de los checos y se han quedado enganchados. El barco italiano lo tripula una pareja de abueletes. La señora en la rueda, y el señor que parece desbordado por la situación, de un lado para otro sin hacer nada claro. Pienso que si esto sigue así, tendré que soltar cadena para caer hacia atrás y largar un cabo al barco italiano para ayudarles a desengancharse. Afortunadamente no es necesario. En algún momento, la Providencia sabrá cómo, se desenganchan y el barco italiano recupera el control dejándole alguna magulladora al pobre barco de los checos. Noches de verano.

Nos hemos despertado temprano con la confianza de que haya movimiento en los muelles y podamos amarrar a tierra. Nos ponemos en marcha, y efectivamente, en la parte NE, donde la taberna del Dimitris han quedado un par de sitios libres. Ocupamos uno de ellos al lado de una motora griega cuyo patrón nos recoge los cabos. Bien.

 amarrados en la isla griega de Ítaca
amarrados en la isla griega de Ítaca

Necesitábamos un amarre seguro y tranquilo para que la tripu pudiese hacer un día de tierra tranquilo, y este es sin duda el lugar más protegido del WNW de toda la bahía de Vathy. Otra vez bien, hasta que en algún momento, noto que se me enganchan las dorsales. Leches. Espero que la cosa no vaya a más. La tripu se prepara para visitar la isla, y yo para reponerme de la noche de perros. El dolor va a más y empiezo a preocuparme mientras noto la contracción extendiéndose por la espalda. Dejo a un lado las tareillas del día y me dedico a hacer reposo casi absoluto.

La tripu regresa por la tarde entusiasmada. No han podido alquilar las motos, pero han disfrutado con los servicios prestados por un taxista local, un tal Ronceis que dice ser el único descendiente de italianos de toda la isla de Ítaca, y que además de taxista ha hecho de guía, cicerón, informador turístico y anfitrión. Sin desperdicio. Me alegro por ellos. Todo el mundo debería dedicar al menos un día a recorrer los caminos de esta maravillosa isla: observar los horizontes jónicos desde sus cumbres, atravesar sus campos escarpados, bajar a sus puertecillos escondidos, comprender la nostagia de Ulises, recordar las palabras de Kavafis.

Vacaciones en velero en la isla griega de Ítaca

Una semana después, vuelvo a cenar la deliciosa mousaka del viejo "Dimitris" servida por unas jóvenes moldavas. Con la espalda todavía bastante tocada, me voy a dormir.

De Vathy en Ítaca, a Fiskardo en Cefalonia

He despertado con bastante rigidez en la espalda así que intento ser prudente con los movimiento mientras nos preparamos para zarpar hacia Fiskardo, en Cefalonia. Al doblar el cabo más septentrional de Ítaca nos entra el viento franco del W por la proa. Podríamos ceñir y dar unos bordos, pero me da miedo que en un gesto involuntario me pueda quedar enganchado del todo. Seguimos a motor y llegamos a Fiskardo hacia las dos de la tarde. Como era previsible, el puerto, a pesar de llegar tan temprano está saturado. Tenemos que lanzar el ancla en la bahía y largar dos cabos a las rocas. El viento que viene atravesado complica un poco la maniobra, pero Javier está fenomenal y, nadando con un cabo en su mano, logra afianzar el de barlovento a una roca que sale del agua. Lanzamos otro a sota para que Javier lo enganche en una de las anillas que a tal efecto están preparadas en el murete que sostiene la carreterilla que rodea la bahía. Bien. Montamos el dinghy y la tripu se dispone a bajar a tierra e ir en busca de una cala en la que darse un baño.

Me he quedado en el barco para darle descanso a la espalda. Veo que Patricia, Carmen y Javier ya han desembarcado mientras Fernando busca un lugar en donde amarrar el dinghy con seguridad. Al cabo de un rato observo algo extraño en el muelle. Fernando parece mareado, a su alrededor el resto de la tripu. Le veo llevarse una mano a la cabeza, parece mojado pero desde aquí no lo podría asegurar. Se sienta e inmediatamente queda tendido en la carretera. ¿Qué demonios está pasando? Me pongo el bañador, cojo las gafas de bucear y nado a tierra. Fernando, mientras intentaba agarrarse a una roca para amarrar el dinghy, se ha luxado el hombro. Al notarlo, se ha dejado caer al agua, y todavía no sé cómo, ha salido con la ayuda del resto de la tripulación. Con el dolor se ha mareado y está tendido en el suelo. Javier ha logrado reducirle la luxación, pero es imprescindible hacer algo. Una señora griega que atiende un puesto de alquiler de motoras, viendo la situación, ha llamado inmediatamente a la médico local y en su precario inglés mezclado de palabras en italiano nos lo explica: "dottore viene...coming..." Se lo agradecemos sinceramente y esperamos a que llegue la doctora. Quince minutos después, llega Cristina. Una joven médica, resuelta y aplomada, se hace cargo de la situación. Le inyecta un calmante, un anti-inflamatorio y algo más para el mareo. Propone esperar a que los analgésicos cumplan su objetivo, e intentar recolocar el hombro. Fernando ha sentido un desgarro en el momento de la luxación. Es probable que los ligamentos hayan sufrido y es preferible que en un hospital le hagan una exploración. Cristina está de acuerdo y llama a una ambulancia. Pero el hospital está en Argóstoli, a una hora de carretera infernal. Estabilizada la situación, esperamos por la ambulancia que llega, según nos habían dicho, una hora después. Se llevan a Fernando y con él al resto de la tripulación. Preocupado vuelvo al barco. Han quedado en llamarme en cuanto sepan algo más.

La adrenalina liberada ha debido ayudar a reducir la contracción. Noto con satisfacción que la espalda mejora progresivamente mientras espero noticias de Argóstoli. Patricia llama a media tarde. Finalizada la exploración, han inmovilizado el hombro de Fernando. Parece que no hay rotura de ligamentos, buenas noticias, y me dice que se disponen a regresar al barco. La huelga de taxis continúa en Grecia, pero con la ayuda de la chica de la tienda de ortopedia en la que han comprado un trígono para sostener el brazo, han conseguido contratar un coche con conductor que los trae de vuelta a Fiskardo. He montado el fuera-borda en el dinghy bajo al muelle a esperarlos. Atardece en Fiskardo, la gente se pone guapa para llenar los restaurantes y locales "in" del puerto. Modelitos cubriendo parcialmente los bronceados tenazmente obtenidos en las cubiertas de los barcos se exponen en paseos regulares por esta joya de puerto. Y en esto llega mi tripulación, ellos que son elegantes aunque no lo quieran, con los mismos bikinis y ropa de baño con que bajaron del barco esta mañana, los rostros cansados, Fernando con el brazo en cabestrillo... Me alegro que estén de vuelta, aunque me apena verlos llegar así, como guerreros cansados despues de una dura batalla. Me cuentan los detalles del día mientras cenamos en una de las terrazas. Ironizan y logran sacarle punta a la situación; a las instalaciones del hospital, a la "gran" enfermera que gobierna el hospital, a los comentarios jocosos del día. Chapeau por esta tripulación que con motivos de peso para venirse abajo demuestran su sabiduría y grandeza de espíritu ganándole con elegancia el barlovento a la desventura.

En dos viajes con el dinghy la tripulación regresa al barco, y en pocos minutos, todos cansados, nos vamos a dormir.

Día accidentado, pero con buenas lecciones para el que las quiera aprender.

De Fiskardo a Kalamós

Definitivamente, Javier se ha convertido en nuestro héroe. Como si lo hiciera cada mañana desde hace años, se ha lanzado al agua para desamarrar los cabos que unían el barco a la anilla del murete y a la roca. Mientras el barco avanzaba cobrando el fondeo, él ha nadado hacia el barco y ha subido como si tal cosa. Bien por Javier.

Apenas hay viento y navegamos a motor hacia la isla de Kalamós. Fondeamos en la ya conocida bahía de Port Leone y después del baño de rigor, nos aplicamos con la "joriátiki" de hoy.

Ensalada griega o joriatiki

Incluso Fernando, que lleva su vendaje de sujección se ha podido mojar con la ayuda de las chicas en la jupette. Queremos asegurar el amarre en Kalamós y salimos pronto. Como era previsible, en el muelle espera Georgios para recoger los cabos.

amarrando en la isla griega de Kalamós

La tripu desciende a tierra a la búsqueda de una cala en la que Fernando también se pueda dar un chapuzón. Cumplen el objetivo en la mini-cala situada en la salida del puerto. No es el mejor lugar, pero en estas circunstancias la dan por buena. De Kalamós ya he hablado en varias ocasiones. No me repetiré. Hoy, la tripu, ha reservado una de las mesas de la taberna de Georgeos para la cena. Cenamos aceptablemente, unos mejor que otros, y acabamos con unas copitas de "Metaxa me pago", o sea, Metaxa con hielo que tampoco dejan indiferentes.

Nos retiramos pronto para tener una digestión sosegada. Noche tranquila en Kalamós.

Rumbo a Vathy, en Meganisi

La tripu venía con muchas ganas de navegar a vela, y por unos u otros motivos no hemos podido velear demasiado. Hoy es un buen día para quitarnos la espinita.

Sopla un poniente fresco con el que nos divertimos ciñendo entre Kalamós y Átokos. Hemos ganado barlovento con Javier a la rueda, y cuando el viento se entabla en fuerza 5 con rachas de 6, abrimos rumbo y subimos casi un largo hacia la cara de levante de Meganisi. Entramos en el puerto de Vathy e intentamos sin éxito conseguir un sitio en la nueva marina. Como es temprano todavía hay bastantes huecos libre en el muelle público. Amarramos bien, al lado de un gemelo del barco matriculado en Cádiz, el Oxalá de Domingo y Liliana, una simpática pareja de ópticos con los que termino compartiendo una cervezas.

Puerto de Vathy en la isla griega de Meganisi

La tripu, mientras tanto, sigue con ganas de playa y se han ido caminando hacia las bahías de levante, en concreto hacia la de Abelike que dista un kilómetro escaso desde Vathy. Como nunca he ido caminando hasta allí, ignoro que el sentido de la distancia se acentúa con las pendientes y el calor. La tripu encuentra en Abelike un bar en el que me aseguran haber estado bailando... No sé que pensar...

Quizás los efectos de "Mythos"? En cualquier caso, regresan contentos y me alegro de que incluso Fernando se haya podido dar un baño.

El paseo nocturno nos lleva por el muelle hasta la parte que ocupa la nueva marina en la bahía inmediatamente al oeste del muelle público. Aún hay otra más, que hemos visto al entrar y salir del puerto de Vathy en el estrecho recoveco que se encuentra más al oeste, hacia la mitad del canal de acceso. Cena ligera y tranquila en una de las tabernas del puerto a base de "pescaito frito" (maridaki), calamares y tzatziki. Bien.

La tripu se queda a tomar algo más en una de las terrazas y yo me retiro a mis aposentos. Buenas noches.

Rumbo a Lefkada

Hemos navegado cerca de una hora, y acabamos de fondear en Skorpios, la famosa isla del famoso Onasis, o mejor dicho, de su heredera. El lugar gusta. Lanzamos el ancla fuera de la línea de boyas que protege la "intimidad" de la isla. Antes, nos hemos acercado a curiosear la cala a la que Jacky (disculpad la familiaridad) se retiraba cuando su agotadora vida de milllonaria la indisponía frente al mundo. No se le puede negar el buen gusto. Por otra parte, dicen que Atena no se deja ver demasiado por aquí, e incluso que la isla está en venta. Nos disponemos a pujar pero Fernando nos hace ver la inutilidad de adquirir una isla. ¿Para qué atarnos a un único lugar cuando el mundo está lleno de espacios maravillosos? El razonamiento es bueno, pero un trocito de isla a buen precio para venir a curarnos nuestras "indisposiciones" tampoco estaría mal.

Entre unas cosas y otras la mañana va pasando y el viento aumentando. Toca salir y abrir velas para ceñir hacia la entrada del canal. Les he prometido una ceñida tranquila y con el génova rizado empezamos a barloventear este norte que por momentos refresca caprichosamente. Fernando, ahora apodado "el manco del Jónico", se hace con la rueda, y con su zurda nos hace avanzar contra el viento. Bordos a un lado y otro, y finalmente alcanzamos la boca sur del canal de Lefkada. Sin incidentes lo subimos y, depués de hacer gasoil, amarramos en Lefkas Marina.

Todavía con cierta rigidez dorsal bajo la escalerilla para salir a cenar. Detrás de mí, cojea Javier, que se ha golpeado un dedo contra un herraje. A su espalda camina Carmen, con una herida en el rostro, que parece un fruto de una pelea y que sin embargo se debe a haber frenado la tapa de la maleta con su nariz. Le sigue Fernando, con su brazo derecho todavía en cabestrillo. Joerr.. si parece que volvemos de la guerra. Menos mal que la procesión la cierra Patricia con su permanente buen humor, feliz y curiosamente indemne a las pequeñas o mayores desventuras que el resto hemos padecido.

Y sin embargo, debo decir que ha sido esta una tripulación excepcional. Ese tipo de personas que nos enseñan con la firmeza de los hechos en vez de perderse en la futilidad de las palabras vacuas. Se han sobrepuesto con elegancia a las adversidades y han dado el mejor ejemplo de la importancia de mantener una actitud positiva en momentos en los que hubiera resultado fácil venirse abajo. Bien por ellos!

Tripulación en la isla griega de Lefkada

Esta mañana temprano he despedido a la tripulación. Momentos antes, en el interior de la cabina he escuchado dos sonidos inconfundibles: primero un golpe en la pasarela, inmediatamente después un chapuzón. Enlazados de esta manera no hay posibilidad de error en la interpretación: alguien se ha caído desde la pasarela al agua. Subo rápido a cubierta y veo a Fernando en el pantalán mirando hacia el agua. Allí, agarrado con una mano a la pasarela, y sosteniendo en el aire con la otra una maleta, está Javier. Le libero de la carga de la maleta y bajo la escalerilla de popa para que, elegantemente vestido, aunque algo mojado, pueda subir a bordo. Afortunadamente la caída ha sido limpia, no se ha golpeado y todo se queda en un pequeño susto matinal. Cambio de ropa rápido, y caminando por el centro del pantalán, mientras vigilo disimuladamente sus movimientos por si alguno de ellos sintiese un irrefrenable deseo de autolesionarse, llegamos al taxi que espera para llevarles al aeropuerto de Aktio.

Siento tristeza al verlos marchar, y espero que no olviden colocarse el cinturón de seguridad en el avión.

Para mí, por delante, esperan cinco días de trabajo matinal (limpieza a fondo del barco, coladas varias, cambio de la válvula de aireación de la bomba de agua, subida al palo para cambiar lámparas, escotas nuevas, cambio de aceite de la reductora...) y descanso vespertino para siestas contundentes, algún paseo, actualizar la bitácora tomando un café en una terraza frente al mar... y poco más. Que ya no es poco.
En unos días, rumbo a Italia...

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